domingo, 23 de noviembre de 2014

De Misiones a la normalidad.


Mi vecina, cierta noche no sé si con luna o no, pero si la hubo sería sólo para darle más ambiente a lo que le pasó...
Era de tener "cosas raras". Ya habiéndose convertido al culto evangélico años atrás seguía sin embargo sufriendo extraños ataques que sólo podían explicarse como algo "paranormal"; algo le sucedía de hecho. Viviendo en Misiones, por ejemplo y de novia con un muchacho de esa provincia, golpeador asiduo y dado al juego de azar, le pasó una vez si mal no recuerdo, que estando en el culto de adoración, y frente al pastor y toda la iglesia, comenzó a ser molestada por los insectos. De esos bichos cascarudos que bailan en torno a la luz, pero que le volaban y revoloteaban a ella, por encima y a los costados, a lo que "Mirta" -nombre cambiado- comenzó a espantárselos con las manos primero, tirando palmadas y luego a esquivarlos con el cuerpo ya, eran "muchos" según ella...
La congregación y el Pastor mirando azorados el espectáculo, con Mirta bailoteando y tirando manos acá y allá cerca suyo, sin que hubiese nada visible molestándole fue el motivo de un primer exorcismo.
Del segundo pudo ser la vez que en Misiones también, Mirta se suelta de la mano del noviecito y se larga a correr calle abajo hasta un puente bastante alto sobre el río en el que a mitad de travesía y a varios metros sobre el agua ella cruza la barandilla y consiguen agarrarla dos hombres que pescaban por casualidad esa tarde, y Mirta con cara desencajada y riendo insistía una y otra vez que "el momento había llegado"...
Así, un tercero y un cuarto, siempre con resultados parecidos: Entidades que salían del cuerpo de la muchacha, y ella liberada aparentemente, aliviada, agradecida, llorando de haberse sacado de encima "cosas" y tiempo después las recaídas. A cada cual, episodios siempre violentos, en los últimos, Mirta intentando el suicidio, sino con el salto del puente luego serán cuchillos en el vientre, o pastillas de más.
Lo que fuese, reclamaba de Mirta nada menos que su vida y más allá incluso, y según testimonios perturbadores de testigos en algún exorcismo, su espíritu por la eternidad.
Quien allí dentro pretendía ser dueño de ese cuerpo y de todo lo que Mirta era. Y cada vez, con mayor desición. Ninguna efectiva gracias a Dios, y las liberaciones, los llantos, las idas y los momentos en que se perdía.
Hubo allí Palabra salvadora de hombre que logró descifrar tal vez mucho de ese sufrimiento y encontró que la causa de todo era un "poder" echado sobre ella por el mismísimo novio y su madre. La suegra y el hijo ante quién sabe qué comportamiento de Mirta decidieron aplicar fuerzas de mal sobre la pobre para que fuese digna de un buen matrimonio. Según mucha gente allá eso es común. "Jurar" a los novios, entregarlos a un brujo para que luego la vida de casados sea tranquila y próspera. (...)
Mirta asombrada, aterrada y sin más qué pensar logra a tiempo cortar esa relación destructiva con el enfermo novio y su cómplice, y dejando todo vuelve a Tucumán. Lo que no consigue abandonar es el lastre que le pusieron encima. La carga de maldad volcada sobre ella y que amenazaba en cualquier momento lograr el propósito final. Matar como sea a Mirta, sea o no del novio. Nunca lo fue, ni lo sería, por supuesto. En esos pactos siempre el que se lleva todo es otro.
Aquí, creyéndose a salvo conoce otras iglesias donde congregarse, y eso le salva en otro par de oportunidades, y nuevos testigos dirán ver por ejemplo a Mirta trepar por una escalera a lo alto de un galpón y pateando la escalera bailar a carcajadas, ida, sobre el filo de una tapia, fuera de sí.
Otros comentarán la vez que paseando con un revólver en mano y cargado, Mirta ingresa a una iglesia diciendo que todo es mentira, que allí sólo hay ladrones y otras cosas por el estilo y reducida luego, una vez más será "liberada" para dar paso a ésta última vez y aparentemente definitiva ocurrida esa noche que dije, que de haber sido con luna, solo hubiese dado el toque al clima que vivió la pobre Mirta.
Subida a un taxi, aparentemente, no recuerda ella como llegó allí, Mirta se encuentra a metros del híper del acceso norte, sobre un descampado dispuesta a darse el golpe final pactado por terceros por sobre ella. Había llevado una bolsa con botellas de sidra, unas velas, un espejo y un cuchillo de rebanar panes, grande. Todo bien organizado, y era muy de noche.
Recuerda Mirta luchar con ese impulso, verse desnuda bailando eufórica en medio de velas que se apagaban y volvían a encender y las botellas de sidra algunas vacías y otras a medio tomar, loca, perdida, y ver luces de autos que pasaban y ninguno paraba...
Lo siguiente que recuerda es a dos muchachitos y una mujer levantándola a los gritos y subiéndola a una camioneta sin saber a dónde iban...
Tuvo suerte, terminó en una comisaría atada, nadie la tocó aparentemente y apestaba a todo. Lo siguiente fueron los padres buscándola allí, llevándola a casa y...
El último se hizo en una campaña donde participaron varios pastores y hasta un par de sacerdotes, unidos todos en enérgicas órdenes de soltar a Mirta de lo que fuese estuviese allí.
Hoy Mirta ha vuelto en sí, luego de muchos años que pasaron de todo ésto. Colabora en comedores infantiles, sigue dando Gracias a Dios por liberarla de todo aquello, pero sobre todas las cosas, presta mucha atención a chicos y jóvenes de que no repitan ni en juegos lo que a ella le pasó un día en Misiones cuando le invitaron a participar de un juego con una copa.
Según Mirta, ese fue el comienzo de todo. Ni siquiera novio tenía entonces. Lo demás, lo que siguió, según ella, fueron sólo algunas de las consecuencias.
NUNCA JAMAS.

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