domingo, 23 de noviembre de 2014

Los dos hombres que se "esfumaron" de la faz de la Tierra.


Eran dos agricultores de la zona de la Ramada de Abajo, vecinos de finca, humildes, uno estaba de novio hacia poco tiempo con una muchachita del lado del pueblo, el otro, menor, tenía unos veinte años, pero parecía mayor por la vida del campo y sus durezas.
Además de ser vecinos tenían un trato de conocidos, de iguales, se trataban con respeto, pero pocas veces les había tocado estar en los mismos lugares, tal vez por la diferencia de edad, pero en ese momento algo los venía uniendo. Sobre las fincas de ambos "pasaban cosas" que ellos interpretaban de mal signo, Pedro, el mayor, notó en esos últimos días como sus animales estaban raros, tenía unas cuantas vacas y de ellas ordeñaba diario a dos, que estaban dando de mamar terneros; De pronto la leche de ambas se volvió agria, les salía leche fuerte, cortada, entre otras cosas. El perro de Pedro, siempre fiel lo seguía a donde fuese, dejó de frecuentarlo y de noche, un buen vigilante, se había vuelto miedoso al punto de meterse bajo una chapa en el patio.
A Manuel, el más chico le pasaban cosas parecidas con los animales, por ejemplo con las gallinas, cuentan los familiares, que cantaban de noche, no dormían ya en los árboles de la casa y andaban "cachizas", irritables, armaban lío de la nada, como si viesen algo en pleno día incluso...
La onda es que los dos hombres se cruzan una tarde por el camino y como es habitual, se saludan y conversan un par de palabras, se supo luego que lo hablado fueron las cosas que pasaban en ambos lugares, y lo extraño de todo el asunto desde hacía unos días y sin explicaciones...
Llegado a oido de los familiares y otros paisanos, coinciden en que tanto Pedrito como Manolo (así los llamaban) creían haber estado bajo algún gualicho o maldición porque a los otros vecinos cercanos nada de eso les sucedía. Parecía que "algo" se había agarrado con ese sector solamente y los animales daban la alarma de eso.
Así, los dos reunidos ya para discutir y ver más a fondo los hechos ocurridos, coincidieron en que todo era obra de un "pai" oriundo de Bolivia que hacía poco había llegado por el pueblo, y que a todos les resultó poco dado, de mirada desconfiada, pero de costumbres muy discretas, por ejemplo pasear solo de noche por la zona, sin saber nadie para qué.
Resueltos los dos vecinos decidieron que lo más fácil era consultarlo para salir de la duda y saber por qué a ellos, qué fue lo malo que hicieron acaso para enojarle o cosa parecida, siempre con respeto.
Llegados a la casita donde paraba el pai, los hombres recibieron por respuesta de éste, contado luego por él mismo, que sobre ellos pesaba un "trabajo poderoso" y que él no podía manejar semejante desafío, que si no los hubiese ayudado.
En las familias de ambos se comentaba ya como si fuese un hecho lo de la maldición y es la novia de Pedrito la que escuchando la radio anota un anuncio de un conocido parapsicólogo de la ciudad, que ofrecía solución inmediata a todos los problemas, incluidos los de campo. Así, le comenta al novio la noticia del tipo aquél y se deciden ahora los tres, Pedro, novia y manolo tomarse el entonces "Benjamín Aráoz" (colectivo que pasaba cerca) y venirse al centro para dar con el milagrero de la radio.
Esto cuenta la novia años después, de la cita con el "brujo negro" (así se hacía llamar), el llegar al despacho, todo adornado de imágenes de toda clase, y pasar después a un saloncito donde el tipo, a cambio de bastante plata, para esa época y de futuras pagas en cosecha de los campos afectados, resolverles el mal con una serie de acciones en las que él no iba a necesitar estar presente.
Recuerda Vilma (novia entonces de Pedro) que el brujo les ordena a ambos hombres dormir en sábanas rojas en sus camas, o fabricarlas para eso, baldear la casa con una mezcla de agua, vinagre y medio kilo de sal y llevarse unas estampitas que ella ahora asocia con algo parecido a la imágen de Sai Baba (...)
Decididos a eso los dos agricultores arman todo lo pedido por el brujo, y Vilma colabora con un pedido especial, dicho a ella "aparte" por el brujo negro en voz baja: "No se lo cuenten a nadie, ojito".
Todo eso pasó un viernes, se acuerda ella.
Llegado el domingo, la luna creciente, y sin entender muy bien, porque el brujo nunca ordenó tal cosa, los dos vecinos salen solos esa tarde con rumbo al oeste, para el lado de los cerros cercanos, pasando por una finca de limones cuyo dueño testificaría luego haberles cruzado a eso de las cinco de la tarde "caminando como borrachos", porque iban riendo los dos cada uno en su bicicleta, y como mareados siempre según el testimonio.
Vilma sin cuestionar la partida de ambos va a la casa del novio y en la entrada nomás, al lado del portoncito de alambre dice haber hallado la estampita que le dio el brujo a Pedro, quemada en el medio, como si le hubiera puesto una vela abajo y le hubiera hecho un agujero en la parte de la cara...
Sin darle mucha importancia ella toma la imágen y la tira a una acequia creyendo que el brujo les habría "ordenado" quizás quemar todo después de hecho lo pedido.
Lo que sigue es muy raro aun hoy para la gente de la zona. Los vecinos no volvieron esa noche, el perro de Pedro que se venía comportando raro, aparece ahorcado en un poste bajito de la parte de atrás de la casa, con una correa que nadie había visto antes. La familia al hacerse tarde ya, muy de noche se dirige a un vecino policía, que trabajaba en Villa Benjamín Aráoz, para darle parte de la desaparición, y entre las familias, sobre todo los hombres y changos se juntan para salir a buscar nomás.
Se hace el otro día y nada, el grupo de gente era grande y las huellas de las bicicletas se hizo confuso después de un par de kilómetros del poblado, y la gente del camino que los conocía juraba no haberlos visto, era de tarde, pero nada.
Avisada la policía y varios a caballo de los familiares y vecinos, se arma la búsqueda de ambos, con gente preocupada porque era raro que se perdieran así los hombres, que conocían como la palma de sus manos la zona, y temiendo lo peor, se arman entonces búsqueda de vivo o muerto en toda la zona norte de la Provincia, incluso en Salta ya, no sea que se hubieran ido para el lado de la Laguna de Robles y cruzado al sur salteño, todo muy complejo.
Es el pai boliviano el que rompe un poco el misterio, (lo agrava más aún) declarando que el "sentía" como que los dos hombres buscados se hallaban muy lejos ya del país, como desde Africa, decía el tipo, pero sin dar pista muy clara de todo...
Sugestionados todos y tomando importancia el caso ya en toda la provincia, es un "changuito" el que a la semana más o menos de iniciado el rastrillaje y sin mucha pista de nada, halla una gorra verde que era la que llevaba Manolo el día de la desaparición, a unos cinco kilómetros nomás del último lugar donde los vieron, lo raro es que la gorra "le cae" al chico desde arriba como del viento.
Con todo eso sigue la cosa, en vano porque cada vez pasaba más el tiempo y no se sabía nada de nada.
Vilma lleva todo para el lado del brujo negro, que termina yéndose a San Juán sin declarar mucho más "llamado" por un trabajo tambien y aumentando las dudas.
De Pedro se halla tiempo despues la bicicleta "vendida" a un hombre en Rosario de la Frontera, que juró que dos hombres raros, como confundidos, aturdidos se la vendieron a cambio de unos pesos pero que hablaban con un acento "de afuera" como gringos, por lo que les aceptó y se marcharon con la otra bicicleta sentado uno en el caño, el más chico según el hombre con rumbo a una plaza...
Pasaron los años y todavía desconcierta lo siguiente: El día de la venta del rodado, FUE EXACTAMENTE EL MISMO DOMINGO de la desaparición, y el testigo a poco de haber declarado eso, amaneció muerto, quemado en su propia cama en Rosario de la Frontera con una extraña estampita que al parecer no se quemó a pesar de haber ardido todo.

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