domingo, 23 de noviembre de 2014

El viejo "Tatatá".


Relato que no es de miedo, ni tampoco policial, pero tiene algo de ambos.
El apodo se lo pusieron sus mismos hijos, y cabe decir que el hombre está bien vivo, y nadie sabe hacia dónde puede evolucionar su alterado estado mental, que actualmente es preocupante.
De nada sirvieron las denuncias de algunos vecinos que temían ser sus próximas víctimas; Gente sin mucha instrucción y que de hecho no presentaba pruebas fehacientes de alguna locura del sujeto como para llegar a algo concreto en su contra.
Eso, y todos los salvoconductos que supo conseguir a lo largo de su vida; Contactos acá y allá, hombre de pocos amigos, literalmente, pero esos pocos influyentes hasta el punto de seguir por ahí como si tal cosa, y volviendo a que es impredecible su comportamiento y no hay pronósticos posibles, puede mutar, esconderse, reaparecer, y seguirá siendo el mismo.
Vamos a lo que nos importa y son sus tropelías. Antes aclarar que lo de "tatatá" fue por tanto repetir qué les haría a las personas que no le caen bien. El sonido de la ametralladora y sus ademanes de fusilar con ese gesto de demencia en los ojos sobre todo.
Lo que mi conocimiento alcanza es allá por mediados de los noventa, cuando el sujeto trabajaba en una compañía bastante importante y ganaba su buen dinero; No era de derrochar nada, pero se daba sus "gustos" y mantenía materialmente bien esa familia que empezaba a mirarle cada vez con menos cariño, a pesar de ser el sostén.
Para los que dicen que el relato parece "sacado de una novela", "uhmmm" y demás cosas, Tatatá dedicaba buena parte de su sueldo, (tenía acciones incluso de la empresa para la que trabajaba) a comprarse armas de todo tipo. Según él, "voces" lo asediaban de noche y le recomendaban armar un arsenal "para cuando llegue el día de la purificación" (...); desde cuchillos especiales hasta munición de guerra acumula este tipo en su galpón-fachada en su barrio de Las Talitas. Ha cometido crímenes ya, todos relacionados con cosas de la magia y otras "ocurrencias" que le llegan mediante voces, o apariciones.
De joven a este tipo le gustaba bastante la banda Kiss que dicen algunos es de música abiertamente satánica e induce a pactos y otras demencias por el estilo; A sus hijos los aterrorizaba con amenazas de que él era un "angel elegido" y que podía embarazar a todas las brujas que quisiera, cosa que ningún otro hombre.
Decía tener un hijo -que era una especie de amigo invisible- y sus verdaderos hijos crecieron con la loca intriga de ese chiquito con quien el hombre jugaba a la tarde hablando a la nada, comprándole juguetes inclusive; Lo vieron llevarlo a que haga la comunión y entrar a una parroquia sólo pero hablando a ese invisible. Todos lo tomaron por loco, pero inofensivo...
La furia de Tatatá se desató una noche, que terminó corrido de su casa por la esposa a palazos, cuando el tipo en desequilibrio feróz pintó un pentagrama (estrella de cinco puntas dedicada al diablo) con aerosol en el piso del comedor, y quemando un librito, que según él, le había sido entregado como "la biblia al revés"..; Expulsado, se refugió en un local de su propiedad que funcionó alguna vez como bar al paso a la vuelta de la casa, y allí, solo y libre de disponer lo que quisiera se armó un búnker hasta con conexión a internet.
Tatatá nunca fue un improvisado, trabajaba en telecomunicaciones, sabe de tecnologías y de hecho fue de los primeros en probar la banda ancha en Tucumán; desde allí, captó a varias mujeres, de algunas no se supo más nada, después aparentemente se aburrió del gato y el ratón y escuchó que las voces le pedían ahora "ir por esos chicos insoportables" refiriéndose así a los miles de changuitos, varoncitos y nenas que escriben "a lo rocho"...
Descubrió el muy pillo que a esos pibes les cabe la cumbia, la noche, los fierros y el escabio, y vestido todo de negro según los vecinos, el desquiciado sale de noche, con o sin luna a treparse a los árboles para esperar que alguno de estos chicos desprevenidos pase cerca y lo liquida a tiros. En la confusión algunos corren, nadie sabe de dónde viene el ataque y es el viejo que luego se esconde y huye.
Lo han confundido con sombras, pero las sombras no usan armas de ese calibre. Prefiere a las jovencitas con mucho tatuaje, y señas que él arbitrariamente descifra como posibles víctimas de su ira demencial. Lo cierto es que cuando ataca es certero.
Deja rastros. Planta una vela en una vereda con una estampita de algun santo, generalmente de San Jorge, u otras, y donde quedó el souvenir es porque el tipo hizo el daño o está pronto a hacerlo. Marca las sitios donde los adolescentes se reúnen y hasta se hace pasar por testigo de jehová para meterse en lugares donde quiere sacar información.
Paga a brujos y videntes a cambio de datos, señas y cosas que le ayuden a identificar potenciales víctimas, pone buenas sumas, y dicen en la casa que tiene pacto con el diablo de matar por lo menos dos personas por mes. Es un asesino serial, si se comprueba todo lo que se dice. El problema es ese, pero los muertos siguen apareciendo.
La tiene con los pibes de sectores marginales, pero también le ha dado por chicos con mayores ingresos. Actúa solitario, tiene con qué, y ha empezado a verse a un par de hombres rondando el viejo local donde él a veces vive. Al parecer está armando una banda, y con las mismas ideas que él. Gente extraña, de vestirse oscuro, de lentes negros, y unos anillos gruesos en la mano derecha. Se mueven en un taxi sin licencia o en motos grandes.
Lo último que se sabe del loco tatatá, siempre suponiendo que sea él, es que causó un incendio en el centro y dejó la estampita con la vela, porque quiere volver.

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