domingo, 23 de noviembre de 2014

El perrazo.

Historia real, a la que le voy a cambiar los nombres, porque puede tratarse de gente a quien conozcan. (...) "Pilar" era madre por segunda vez de un bebé de unos dos meses, y estando juntos ella, el bebé y su otro nenito de unos tres años, una noche en su casa, en la cual "pasaban cosas", y ante la partida del esposo que trabajaba en ese turno, resuelve cerrar todo con llave, incluso ventanas y demás ya que a pesar de las rejas era invierno y se sentían más seguros así, como cualquiera lo haría. Aclaro que la señora hacía poco tiempo había comenzado a congregarse en una iglesia evangélica junto a su marido, más no tenían idea de lo que desde entonces iba a empezar a sucederles en esa casa. 
Retomando el episodio, Pilar ya habiendo cerrado todo se lleva a los niños al dormitorio matrimonial, y vencida por el sueño se duerme junto a los chicos, dando la espalda al mayor y abrigando al bebé. Aquí es confuso, pero serían las doce de la noche más o menos cuando escucha la madre un golpe fuerte en el comedor de la vivienda y se levanta a ver qué ocurría, sin sentir miedo alguno, cuando comprueba que una de las puertas que da hacia el jardín estaba mal cerrada. Extrañada Pilar decide ponerle llave y pasador, -cosa que juró haber hecho antes- cuando desde atrás sintió muy clara una voz que le dijo -"Para qué cerrás si yo ya estoy adentro". Presa de nervios, pensó ella en que sólo era una sugestión por estar sola con los niños una noche así, volvió a la habitación y después de un rato de confusión por eso, optó por encerrarse en la pieza, y con la puerta cerrada apagó las luces y se volvió a dormir. 
Lo más inquietante sucedió después, ya no sabría indicar qué hora fuera, pero era madrugada seguro, cuando despertó extrañada por un ruido muy cercano a los chicos, se oía como un jadeo y sin todavía preguntarse qué era inmediatamente prende la luz y se encuentra al lado del bebé y mirándola fijo un enorme perrazo negro, tan grande según ella que las patas casi le llegaban a los pies de la cama. El animal la miraba seriamente, y en cuanto ella tuvo el impulso de tomar a su bebé que aun dormía a su lado, el perrazo comenzó a gruñir mostrando sus dientes, de modo amenazador pero sin hacer mucho ruido, era como si la advertencia fuese sólo para la madre, sin intención de molestar a las criaturas...
Presa del pánico Pilar no tuvo mejor idea que volver a apagar la luz y ponerse a rezar en voz alta de todas las maneras conocidas, tratando de no perder la poca compostura que le quedaba, y a medida que iba avanzando la súplica el jadeo del animal se iba debilitando hasta que sintió ella que de pronto la sombra del animal se desvanecía y prendió la luz para comprobar efectivamente que sea lo que fuese, ya no estaba allí y de todos modos jamás pudo entrar en la casa esa noche, menos en la habitación. De más está decir que la casa, (ubicada en la calle Buenos Aires al 3000 y pico) fue inmediatamente vendida a otra familia y el matrimonio con sus hijos se fue a vivir a casa de los padres del marido, pero quedan todavía por lo menos dos historias más que sucedieron allí hasta que lograron mudarse, espero contarlas próximamente. Fueron reales.

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